viernes, 16 de julio de 2010

EL ESCAPULARIO DEL CARMEN (Parte VIII)


"La devoción del Escapulario del Carmen ha hecho descender sobre el mundo una copiosa lluvia de Gracias Espirituales y Temporales " (Pío XII, 6 - VIII - 1950).

En numerosas publicaciones se pueden encontrar los prodigios y milagros que el Santo Escapulario de Nuestra Madre del Carmen ha concedido a muchos de sus hijos, que bien por su devoción o bien por su conversión han recibido su gracia en la vida y en la hora de la muerte.

Ya en el anterior número de esta revista enumerábamos algunos de los signos que el Escapulario ha realizado en los que han invocado a la Virgen Santísima bajo la advocación del Carmen y a los que visten fervorosamente su Santo Escapulario. Las gracias de Nuestra Madre del Carmen, como mediadora de Cristo, se derramen sobre todos aquellos que la invocan con especial devoción, gozando de su protección los que la imploran con fe verdadera.

Recogemos en esta edición, algunas de las gracias recibidas de la Virgen del Carmen a través de los sacerdotes y consagrados a la vida religiosa. En el número 22 de la revista "La semana católica de Madrid" de fecha 22 de septiembre de 1889, se relata un suceso de la vida de Don Francisco Javier Zaldúa, ex-presidente de la República de Colombia. D. Francisco no era un buen cristiano y había tomado parte en la expulsión de los jesuitas de su país y en otros asuntos en contra de la Iglesia Católica. Pero tenía un hijo, muy devoto de la Virgen, que llegó a ser sacerdote. Este hijo sacerdote hacía todo lo posible por alcanzar la conversión de su padre, pero no lo conseguía. Y, estando ya desahuciado y cerca de la muerte y sin quererse confesar, el hijo consiguió que aceptara colocarse el Escapulario de la Virgen del Carmen. Ese mismo día, el padre decidió confesarse y afirmar su fe católica, que durante años había perseguido; expirando después de recibir la sagrada comunión.

En internet también podemos encontrar testimonios sobre los prodigios realizados por el Santo Escapulario, como el del sacerdote de Chicago que fue llamado para ir a asistir a un moribundo que había estado lejos de su fe y de los sacramentos por muchos años. El moribundo no quiso recibirlo, ni hablar con él. Pero el sacerdote insistió y le enseñó el Escapulario que llevaba. Le preguntó si le permitiría ponérselo. El hombre aceptó con tal que el sacerdote lo dejara en paz. Una hora más tarde el moribundo mandó llamar al sacerdote pues deseaba confesarse y morir en gracia y amistad con Dios.

Otro ejemplo visible es el del misionero Carmelita de Tierra Santa fue llamado a suministrar la unción de enfermos en el año 1944. Notó que mientras caminaba, sus pies se hundían cada vez más en el fango hasta que, tratando de encontrar tierra firme, se deslizó en un pozo de fango en el que se hundía hacia la muerte. Pensó en la Virgen y besó su hábito el cual era escapulario. Miró entonces hacia la Montaña del Carmelo gritando: "¡Santa Madre del Carmelo! ¡Ayúdame! ¡Sálvame!". Un momento más tarde se encontró en terreno sólido. Atestiguó más tarde: "Sé que fui salvado por la Santísima Virgen por medio de su Escapulario Carmelita. Mis zapatos desaparecieron en el lodo y yo estaba cubierto de él, pero caminé las dos millas que faltaban, alabando a María".

El Escapulario es un signo poderoso del amor y protección maternal de María y de su llamada a una vida de santidad y sin pecado. Usar el Escapulario es una respuesta de amor a la Madre que vino a darnos un regalo de misericordia.

Debemos usarlo como recordatorio que le pertenecemos a Ella, que deseamos imitarla y vivir en gracia bajo su manto protector.

Mª José García Fernández
Secretaria