viernes, 16 de julio de 2010

HÁGASE EN MI SEGÚN TU PALABRA



Cuando llegó la plenitud de los tiempos fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”.

El arcángel le revela a la Virgen cuál iba a ser su vocación: ser la Madre del Salvador, del Mesías, del Redentor del que habían hablado los profetas.

La respuesta de la Virgen fue clara: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. La Virgen confía en Dios, se entrega sin límites a cumplir la voluntad del Señor; por eso decimos que Ella es el modelo de toda vocación.

Cada día veo más claro que la iniciativa en la vocación la tiene Dios por encima de nuestros gustos, nuestras preferencias. También es verdad que lo único que quiere Dios para sus hijos es la FELICIDAD; esta felicidad se consigue cuando cada uno descubre cuál es su vocación, a qué lo está llamando el Señor en esta vida.

Por eso puedo decir que soy “feliz” porque gracias a la oración, a personas que Dios me puso en mi camino y a otras circunstancias, un 29 de septiembre de 2004 le dije SÍ al Señor, como la Virgen, a pesar de no entenderlo bien. Pero los caminos del Señor no son nuestros caminos y así, casi  sin darme cuenta, el pasado 24 de octubre era ordenado sacerdote en nuestra Catedral de Almería, dentro del Año Sacerdotal y al día siguiente celebraba mi Primera Misa en mi parroquia de Vélez-Rubio. Sólo me caben palabras de agradecimiento a Dios ante este gran tesoro que va en un frágil vaso de barro.

Ahora bien, tengo claro que si hoy soy SACERDOTE ha sido gracias a cuatro pilares básicos que son:

1º. DIOS, que es el que nos llama porque nos ama y nos ama tanto que sólo quiere lo mejor para cada uno de nosotros. Cada día siento con más fuerza que no puede haber vocación al sacerdocio si no estás completamente enamorado de Jesucristo, con el que cada día intento identificarme más. Por eso escogí como lema: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi”.

2º. MI FAMILIA, que me enseñó a rezar, a vivir los valores cristianos y que desde bien pequeño me llevaban a la Iglesia a participar de lo más grande que tenemos los cristianos, que es la Eucaristía.

3º. MI PARROQUIA, en donde un día recibí el bautismo y desde aquel día me ha ayudado a crecer y a madurar mi fe. El lugar también donde fui descubriendo mi vocación con la ayuda siempre y el testimonio de mis párrocos.

4º. EL SEMINARIO, el lugar donde ha ido creciendo mi vocación a través de la oración, del estudio, apoyado siempre por mis superiores y compañeros.

¡Cuánto me ayudaron las palabras de Juan Pablo II en aquel Encuentro con los jóvenes en Madrid, el mismo año que yo entré al Seminario!: No tengáis miedo de seguir a Cristo.

También decía el Papa Benedicto XVI a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia: “La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho a saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía”. Es aquí donde siempre tendremos a aquel que nos ha llamado y que sigue llamando hoy también.

Por eso animo a todos aquellos jóvenes que sientan la llamada de Dios al sacerdocio a que sean valientes, a que abandonen los miedos y se entreguen sin reservas a dar su vida por Cristo, que es la única felicidad, el único que sacia nuestros corazones. Dificultades, sabemos que no nos faltarán, pero contamos siempre con su Gracia y con la mirada constante de la Virgen María, Nuestra Señora del Carmen, Madre de todos los sacerdotes, Aquella que un día dijo: “Hágase en mi según tu palabra”.

Francisco Jerónimo Ruíz Gea
Sacerdote