viernes, 16 de julio de 2010

UN AÑO SACERDOTAL ANTE TU MIRADA


Creo que no podía nadie imaginar la fuerza y el entusiasmo con que la Iglesia ha acogido y celebrado este año sacerdotal 2009-2010 declarado por el Santo Padre Benedicto XVI; ha sido sin duda, y por la misericordia de Dios, un año de gracia, de renovación, de purificación, de volver la mirada a Jesucristo, el Único Sacerdote, para aprender a entregar la vida como ofrenda al Padre por la salvación del mundo.

El año pasado, casi un mes después de la apertura del año sacerdotal, nuestra Hermandad honró como siempre a la Santísima Virgen María en su advocación querida del Carmen durante los solemnes cultos de julio; en ellos, tuvimos una especial dedicación en nuestra oración y reflexión, y como no, en nuestra vigilia carmelitana por los sacerdotes del mundo entero, pidiéndole a la Madre del Redentor y primera y perfecta Discípula suya que modele sus corazones al estilo del Corazón de Cristo.

Ha sido un año para nuestra parroquia, sacerdotal, y muy sacerdotal.

Con sorpresa, desconcierto, emoción y alegría recibimos en diciembre la noticia de que nuestro sacerdote, D. Ginés, había sido nombrado por el Papa Obispo de Guadix. No podíamos creerlo, pero era cierto; aquello que durante tantos años, los que le conocemos, habíamos presentido que pasaría: una vida sacerdotal ejemplar, joven, vigorosa y fiel a Cristo y a la Iglesia había sido reconocida con la encomienda de un importante ministerio eclesial: el episcopado. Fue momento de pesar, por despedir al padre de una gran familia como es nuestra Parroquia de San Sebastián, pero también de acción de gracias al Señor, pues con su Providencia nos cuidó y sustentó, nos dio vida y nos colmó de gracias durante los años en que  D. Ginés fue nuestro pastor.

Siguiendo con el transcurso de este año tan sacerdotal, el Señor siguió dándonos muestras de amor; esta vez con el gran regalo de otro sacerdote que con ilusión, experiencia y un empeño decidido por anunciar y hacer presente a Cristo entre nosotros nos guiará y caminará a nuestro lado, esperemos que muchos años: D. Manuel Cuadrado, conocido y reconocido por todos, entrañable amigo de D. Ginés y desde el principio querido por toda la familia parroquial; un gran sacerdote para una gran parroquia.
Bendito sea Dios que nunca nos abandona y vela siempre por todos y cada uno, en esta ocasión, por medio de sus sacerdotes, ministros de su Palabra, dispensadores de sus misterios, pastores a imagen suya.

Finalizo estas palabras dando gracias a Dios y a la Virgen Santísima, Madre suya y nuestra, porque también me ha permitido a mí, indigno servidor suyo, dar un paso decisivo en mi vida. El día 19 de marzo, solemnidad de S. José, recibí de manos de nuestro Obispo D. Adolfo González el Sacramento del Orden, en su primer grado, el Diaconado; con él he consagrado para siempre mi vida en el servicio a Cristo y a la Iglesia, servicio consistente en el ministerio de la Palabra de Dios, de la caridad y de la liturgia. Quiera Dios concederme la fidelidad y santidad en mi ministerio, fidelidad semejante a la de Jesucristo, que siendo Dios se hizo el más pequeño de los siervos, y desde nuestra miseria nos rescató para siempre del pecado y nos ha hecho ya comenzar a vivir la salvación a la que nos llama.

Gracias, Madre nuestra, porque Tú sabes cómo han vibrado y se han emocionado nuestros corazones, sabes cuáles han sido nuestras ilusiones y esperanzas, Tú has sido testigo de todo; ha sido un año sacerdotal que ha transcurrido ante tu mirada.

José María Sánchez García
                                                                  Diácono